Adaptando espacios accesibles para una sociedad longeva
- deliamargaritaromero
- 10 oct
- 7 Min. de lectura

Estamos viviendo un cambio demográfico histórico: la natalidad cae mientras la esperanza de vida aumenta, generando una población que envejece rápidamente. La ONU proyecta que para 2050 habrá más personas mayores de 60 años que menores de 15 en el mundo, y América Latina, especialmente Colombia, avanza en este proceso de forma acelerada. Este escenario plantea grandes retos y también oportunidades, entre ellas la de adaptar nuestras ciudades, viviendas y espacios públicos para que sean más inclusivos, accesibles y seguros para una sociedad cada vez más longeva.
Colombia: menos nacimientos y una sociedad longeva
En Colombia, según las cifras del DANE muestran que entre 2015 y 2024 los nacimientos anuales cayeron un 32,7 %, pasando de unos 661 mil nacimientos en 2015 a solo 445 mil en 2024. Solo entre 2023 y 2024 la reducción fue del 13,7 %, la más fuerte registrada. Al mismo tiempo, la tasa de fecundidad se desplomó a 1,1 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo generacional (2,1), lo que anticipa una población que envejecerá y disminuirá en número.
De igual manera, la esperanza de vida creció hasta los 77 años (74 los hombres y 80 las mujeres), Este es un gran salto comparado con mediados del siglo XX: en 1953 la esperanza de vida apenas rondaba los 48 años para los hombres y 52 para las mujeres. Como reflejo de este aumento en longevidad, el número de centenarios (personas de 100 años o más) en Colombia pasó de solo 529 casos en 1953 a unos 19.400 en 2023.
Estos dos fenómenos, menos nacimientos y vidas más largas, hace que nos planteemos una pregunta clave: ¿estamos preparados para atender las necesidades de una sociedad que envejece cada vez más y adaptar nuestras políticas y espacios a esta nueva realidad?
Retos de una sociedad cada vez más longeva
En Colombia, el 44% de las personas entre 60 y 69 años continúa trabajando y alrededor del 18% de los micronegocios del país son emprendidos por adultos mayores. Estas cifras demuestran que las personas mayores no son simplemente receptores pasivos de cuidados; al contrario, aportan valor a la sociedad con su experiencia, trabajo, voluntariado y rol activo en sus comunidades.
No obstante, para que esta participación plena sea posible, es crucial que el entorno facilite, y no obstaculice, la vida cotidiana de las personas mayores. Aquí es donde entra en juego uno de los desafíos más visibles: muchas de nuestras ciudades e infraestructuras aún no están diseñadas pensando en las necesidades de la vejez. Desde aceras en mal estado, hasta el transporte público inaccesible para quien tiene movilidad reducida, pasando por viviendas y empresas no adaptadas, el entorno construido puede convertirse en una trampa para la autonomía de los adultos mayores.
La falta de accesibilidad y diseño inclusivo convierte actividades cotidianas en desafíos enormes para la población mayor. Por ello, adaptar los espacios físicos es una prioridad urgente. Se trata no solo de eliminar barreras arquitectónicas, sino de repensar los entornos para que promuevan la independencia, la seguridad y la integración social de las personas de edad.
Si los espacios son accesibles para los mayores, estaremos facilitando que este grupo contribuya más activamente. En cambio, si los excluimos por falta de adaptaciones, perdemos ese potencial.
Invertir en accesibilidad e inclusión es entonces una estrategia ganar-ganar: mejora la vida de las personas mayores y al mismo tiempo, fortalece el desarrollo y la economía del país.
Entornos accesibles: una necesidad impostergable

¿Qué significa crear espacios “amigables” para una sociedad longeva? Implica adoptar los principios de la accesibilidad universal y el diseño inclusivo en todos nuestros entornos. Una ciudad o comunidad verdaderamente amigable con las personas mayores es aquella que adapta sus servicios y estructuras físicas para ser más inclusiva, ajustándose activamente a las necesidades de su población envejecida y mejorando su calidad de vida.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), una ciudad amigable optimiza sus recursos para mejorar la salud, la seguridad y la inclusión de las personas mayores en la comunidad, fomentando un envejecimiento saludable. Y un principio fundamental que destaca la OMS es que un ambiente amigable con las personas mayores es un mejor lugar para todos. Dicho de otro modo, cuando adaptamos un entorno pensando en los adultos mayores, usualmente creamos espacios más cómodos, seguros y usables para personas de todas las edades.
Adoptar la accesibilidad universal requiere una mirada integral que abarque varios ámbitos:
Vivienda y entornos domésticos
Las casas deben prepararse para acompañar el proceso de envejecimiento de sus habitantes. Esto implica, por ejemplo, eliminar barreras internas (escalones en la entrada, pasillos estrechos, etc), instalar pasamanos y agarraderas en pasillos y baños o reemplazar bañeras por duchas a ras de piso con pisos antideslizantes. Estas reformas anticipadas permiten que las personas permanezcan en sus hogares de forma segura e independiente por más tiempo, evitando accidentes y facilitando las tareas cotidianas. Lo ideal es que los hogares incorporen estas mejoras antes de que sean imprescindibles, como una inversión en bienestar futuro.
Espacios públicos y edificaciones
Las ciudades deben contar con infraestructura urbana inclusiva. Esto abarca, por ejemplo, cruces peatonales con tiempos de semáforo adecuados y señales sonoras, parques con senderos planos y áreas de descanso (bancas), edificios públicos o comerciales con entradas accesibles, ascensores amplios, baños públicos adaptados, señalización clara, etc.
Transporte y movilidad
Un sistema de transporte público accesible es vital. Esto implica autobuses de piso bajo o con rampas elevadoras para sillas de ruedas, asientos preferenciales, estaciones de metro o TransMilenio con ascensores o rampas funcionando, información de rutas en formatos legibles (y audibles). Al mismo tiempo, los espacios de estacionamiento reservados para personas con movilidad limitada y servicios de transporte especializado donde sea necesario (por ejemplo, rutas de buses pequeñas que acerquen a adultos mayores a un lugar) son medidas que complementan una movilidad inclusiva.
Servicios y tecnología amigables
En una sociedad cada vez más digitalizada, es importante que la población mayor no quede rezagada. Esto conlleva diseñar cajeros automáticos con instrucciones claras y altura apropiada, máquinas de tiquetes o pantallas de información con opciones táctiles intuitivas y texto legible, y en general interfaces tecnológicas simples. Adoptar tecnología que simplifica y no que complica la vida de los mayores puede aumentar significativamente su autonomía y seguridad.
En resumen, la adaptación de los entornos debe entenderse como una inversión social necesaria e impostergable. Más allá del cumplimiento de normativas, se trata de reconocer los derechos de las personas mayores a participar en igualdad de condiciones en la vida en comunidad. Al eliminar obstáculos físicos y brindar apoyos en el entorno, garantizamos su autonomía, seguridad y bienestar, y honramos su dignidad.
Hacia una sociedad inclusiva para todas las edades
La necesidad de espacios accesibles en una sociedad longeva no excluye a otros grupos; al contrario, todos nos beneficiamos de un diseño universal. A menudo se piensa que adaptar la ciudad es “solo para personas con discapacidad”, pero en realidad una ciudad bien diseñada nos sirve a todos. Un andén con rampa no solo ayuda a alguien en silla de ruedas o a un adulto mayor con bastón, sino también a los padres que llevan un coche de bebé o al repartidor con un carro de carga. En definitiva, la accesibilidad universal mejora la calidad de vida de toda la población.
Existe un concepto en diseño que resume esto: “Diseño para los extremos”. Si diseñamos un producto o espacio pensando en las necesidades de quienes están en los extremos del espectro (por ejemplo, los muy mayores, los muy jóvenes, las personas con alguna limitación física o sensorial), ese diseño resultará cómodo y usable para la mayoría. Por ejemplo, un ascensor amplio y con panel simple no solo es útil para una persona en silla de ruedas; cualquiera con maletas, coches o simplemente prisa prefiere usar un ascensor cómodo. Así mismo, calles limpias, con bancos y baños públicos accesibles no son solo un beneficio para ancianos, sino para cualquier ciudadano o turista que recorre la ciudad. Cuando logramos entornos verdaderamente inclusivos, estamos construyendo comunidades más acogedoras, humanas y resilientes.
Por supuesto, lograr todo esto requiere un esfuerzo conjunto. Es una responsabilidad colectiva que involucra al Estado (a través de políticas públicas, regulaciones y recursos para adecuaciones), al sector privado (empresas que adapten sus instalaciones, que innoven con productos accesibles, que contraten talento senior), a la academia y organizaciones civiles (aportando investigación, sensibilización y acompañamiento), y a la ciudadanía en general (promoviendo una cultura de respeto y apoyo hacia los mayores). Prepararnos para una sociedad más longeva no es opcional; es un deber impostergable si queremos garantizar bienestar y participación plena a todas las personas sin importar su edad.
Conclusión: un entorno para una vida larga y plena
En síntesis, nos encontramos en un momento histórico donde la población envejece rápidamente debido a la combinación de menos nacimientos y mayor longevidad. Este cambio demográfico demanda replantear muchos aspectos de nuestra sociedad, siendo uno de los más urgentes la adaptación de los espacios físicos para que nadie se quede atrás. Lejos de ver el envejecimiento poblacional como un problema insoluble, debemos reconocerlo como la consecuencia natural de nuestros éxitos en salud y desarrollo humano, y responder a él con innovación y empatía. Una sociedad con más personas mayores es también una sociedad con más experiencia acumulada y potencial de crecimiento en nuevas áreas.
En Hábitat Accesible estamos comprometidos con esta visión de entornos inclusivos. Aplicamos los conceptos de diseño universal para crear o adaptar espacios que aporten autonomía, bienestar y calidad de vida a todas las personas, especialmente en un contexto donde nuestra población es cada vez más longeva. Facilitar la participación plena de los adultos mayores no es solo cuestión de justicia social, sino una inversión en nuestro propio futuro: si hoy construimos ciudades y comunidades accesibles, estaremos asegurando que el día de mañana podamos seguir viviendo con la dignidad, seguridad y libertad que todos merecemos.






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